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Armando el muñeco

 

(Diálogo entre Dios y Adán a las siete y cuarto de la mañana del primer lunes de la vida...).

Dios: Hijo mío, welcome a la life. ¿Estás nervioso en tu primer día de clase?. No tenés que hacer muchas cosas. Ya regué las plantas, le puse alimento a la pecera de los aminoácidos y hasta saqué la bolsa de los residuos al abismo eterno. Vos controla a los perros y gatos, nada más. No desordenes mucho porque Eva es muy fanática de la limpieza.

Adán: Uno, dos, tres... probando, probando... hola... hooola... holaaa...

Dios: ¡Hey, Adán!. ¡Toc, toc, toc!, ¿hay alguien en casa?. Soy Dios, che, y te estoy hablando.

Adán: Sí, te escucho...

Dios: Yo mío, parece que todavía faltan algunos ajustes...

Adán: ¿Vos sos mi papá?.

Dios: ¿Papá?. ¿Yo, tu papá?. Bueno, en realidad soy tu papá. También soy tu abuelo, tu tío, tu primo, tu hermano, tu vecino, tu jardinero, tu carnicero, tu fiambrero y tu...

Adán: ¡Mamá!.

Dios: No, tu mamá no soy. Mamá fue a la Vía Láctea a comprar leche descremada para el misho.

Adán: Padrecito mío, ¿voy a vivir siempre?, ¿seré feliz?.

Dios: Para lo primero no tenés que olvidarte algo básico: respirar tranquilo y sin pausa durante las 24 horas del día, incluso, te he colocado un mecanismo en el aparato instintivo para respirar mientras estás durmiendo. No podés olvidarte que después de dormir hay que despertar. Y cuando ya has despertado, basta de soñar. A poner los pies en la tierra. Volar es para los pájaros y para los cheques sin fondo. Para lo segundo, Eva ya tiene mis instrucciones al respecto y en eso anda porque hace un rato la vi pintándose los labios y las uñas. Ya te quiero ver bailando...

Adán: Padrecito, tengo miedo de vivir. Mire como me tiemblan las nucas...

Dios: Las rodillas querrás decir. Parece que tu memoria aún no funciona bien o anoche no repasaste el capítulo 9 como te lo ordené. ¿Cómo se llaman esto dos y para qué sirven?.

Adán: Se llaman orejas y sirven para agarrar las cosas. Pertenecen al sentido del olfato. ¿Qué tal, padrecito?.

Dios: Un desastre, hijito. Son los ojos y sirven para mirar. Pertenecen al sentido de la vista. Y estos dos... ¿cómo se llaman?.

Adán: Codos. Para lo único que sirven es para doblar los brazos y para apoyarse en una mesa o mesada.

Dios: ¿Y en la baranda de una escalera?.

Adán: Como poder se puede pero es algo que no tiene mucho sentido.

 

Dios: Bueno, Adán. Ya verás que en la vida hay muchas cosas sin sentido que igualmente vas a hacer. Ahora, basta de lecciones que me duele la cabeza. Ciertamente, hacerte a vos y a Eva fue algo más complicado de lo que pensé. Pórtate bien, por favor. En algunos siglos más te mando Los Diez Mandamientos con un tal Moisés y además te va a llegar un suplemento dominical de tapas rojas. Ambas obras te serán de mucha utilidad para hacer los deberes correctamente. De todas maneras, tarde o temprano, vas a pisar el palito y yo siempre estaré alerta por las moscas. No duermo la siesta y me acuesto muy tarde. Además, soy un madrugador de aquellos. No te hice puro porque una de mis mayores virtudes es saber perdonar. Soy muy paciente y más que comprensivo, pero, si te doy la mano no me agarres el codo. Aguanto hasta la muñeca...

Adán: Padrecito, te prometo que voy a portarme siempre bien. ¿Algo más que le haya quedado en el tintero, boss?.

Dios: Todo lo demás es tu problema. Aprende cómo es la cosa vos solo. No voy a malcriarte. ¡Fuerza y coraje!. Hay que sobrevivir como sea, por lo menos, hasta que aparezca Carlitos Darwin para aclararte muchas cosas. Te coloqué un espíritu y un alma que funcionan al cien por ciento pero tu mente deja mucho que desear. No le tiro bombones a los porcinos. El cerebro es un instrumento muy complicado y te llevará millones de años comprenderlo. Un buen consejo: hay que dudar mucho para que la mente busque por sí sola las respuestas. Tu cerebro es un chicle que se estira y estira... pero, cuidado con la estirada que cuando se revienta el globo después no hay manera de sacarse la pegoteada del rostro.

Adán: Padrecito...

Dios: No, escúchame vos. Ahora anda a la esquina a ver si llueve y que la fuerza te acompañe. ¡Ah!, algo muy importante que me olvidaba; por algún tiempo vas a andar por doquier correteando a la intemperie desnudo hasta que descubras lo que es la vergüenza. No podés estornudar bajo ningún punto de vista. Si lo hacés, yo no me hago responsable de tu integridad física. No se aceptan reclamos por el envase.

Adán: ¿Qué me pasaría si estornudo, padrecito?.

Dios: Bueno, por mí mismo... no quiero ni pensarlo. Considerando que te hice hace un par de días supongo que quedarías como un bollo de gelatina que ha caído desde el cielo.

Adán: ¿Gelatina de manzana, pa?. ¿Sí? ¡Ah, cómo me gusta la manzana!

Dios: ¿No me digas que te gusta tanto la manzana?. Bueno, parece que te bajaste de la noche apoyando el pié derecho. Mira para allá, ¿vés aquel árbol?. Eso es un manzano y ahora, ve y vé, hijo mío... es más, ¡¡FFFUUUIIIRAAA BIIICHOOO!!

 

 

Fin del principio...

 

                                                                                     Juan Carlos Vecchi