1.- La Narrativa de
la década de 1930 y la novela de exilio
La novela de los años 30 (como la poesía) había tendido hacia la rehumanización y el compromiso social, tras abandonar
la deshumanización de los años 20. En esta línea se encuentra la literatura de Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala,
Rosa Chacel, quienes al acabar la guerra marchan al exilio por su apoyo a la República. Su obra se realiza al margen de la
literatura que se hace en España y, en general, tratan con insistencia sobre el tema de la guerra
2.- La novela de los
primeros años de posguerra
En la inmediata posguerra se hace evidente la ruptura de la natural evolución
literaria. Así, la novela no puede enlazar con la narrativa social de los años 30, prohibida por el franquismo, ni parece
válida la estética deshumanizada de los años 20. En ese panorama de desconcierto abundan tres tipos de narraciones, todas
de estilo tradicional: ideológica, realista y humorística. Hasta los años 50 no comienzan los indicios de renovación. En la
década de 1940 sólo hay casos excepcionales y aislados, como C. José Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes
1942: La familia de Pascual Duarte de C.J. Cela
1944: Nada de Carmen Laforet (Premio Nadal)
Estas dos novelas comparten el tono sombrío y existencial, que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva,
general en la novela de éxito de la inmediata posguerra. A estas nuevas voces se les unen poco después otras como la de Miguel
Delibes y Ana María Matute. En general, estos novelistas coinciden en reflejar el desolado mundo de la posguerra desde una
perspectiva pesimista y existencial; por eso abundan en sus narraciones los personajes desorientados, tristes y frustrados.
La familia de Pascual Duarte, de Cela, provoca una polémica en torno al tremendismo. Se le acusaba de deformar la realidad
al subrayar lo más desagradable. En 1942, suponía un revulsivo, pues la truculencia y la visión desolada del mundo contrastaba
con una narrativa triunfalista. La novela narra un cúmulo de crímenes y de atrocidades que parecen verosímiles por el tipo
de protagonista y por el ambiente. Como un nuevo pícaro, Pascual Duarte narra su biografía para que entendamos cómo ha llegado
a ser un condenado a muerte.
La limitación intelectual de Pascual, el destino que parece dominar la obra y el ambiente bárbaro e injusto convierten
a esta criatura en un asesino víctima.
La obra refleja un radical pesimismo, cercano al existencialismo. La publicación
de una novela tan desgarrada en un momento de censura política y moral muy estricta, sólo se explica por ser Cela un excombatiente
franquista y porque los sucesos se sitúan en la España de posguerra. Toda su obra refleja pesimismo ante el mundo y el ser
humano (P. Baroja). Su tono es distanciado y burlón, con humor negro, desgarrado y cruel. Refleja una visión deformada del
mundo.
3.- Década de los
50. Contexto social y cultural
Con la Guerra Fría, en los años 50, España empieza a salir del aislamiento y se incorpora a algunos organismos internacionales,
en la órbita de EEUU. El incipiente desarrollo del turismo y la industria conlleva cierta recuperación económica y cambios
en los estilos de vida, como las migraciones de los campesinos hacia las ciudades, la difícil inserción de estas personas
en los suburbios urbanos, .Al mismo tiempo, los jóvenes que han vivido la guerra como niños o adolescentes consideran la guerra
y el país de posguerra desde otra perspectiva y aparecen actitudes críticas respecto al poder y a la división social entre
vencedores y vencidos. Estas posturas se manifiestan sobre todo en círculos obreros y universitarios.
El Realismo Social
La novela española de esta década recoge pronto las nuevas preocupaciones sociales
y abandona la visión existencial de la década anterior. En 1951 Cela publica La Colmena de tono crítico y testimonial, con
un amplio personaje colectivo.
A lo largo de la década, el realismo social se intensifica y en el año 1954 alcanza su momento cumbre, pues se publican
varias obras de este tipo de Ana Mª Matute, Ignacio Aldecoa, Jesús Fdez. Santos, Juan Goytisolo, Rafael Sánchez Ferlosio,
Carmen Martín Gaite y Juan García Hortelano.
El tema de la novela es la propia sociedad española: la dureza de la vida en
el campo, las dificultades de la transformación de los campesinos en trabajadores industriales; la explotación del proletariado
y la banalidad de la vida burguesa. El estilo de la novela realista es sencillo, tanto en el lenguaje como en la técnica narrativa,
se pretende llegar a un amplio público. Los contenidos testimoniales o críticos son más importantes.
No debe de ser fácil encontrar una
cultura en el mundo que no lleve a cabo un esfuerzo por transmitir a las nuevas generaciones el legado de aquello que ha sido,
el conocimiento que nos ha hecho en gran parte tal como somos. Carmen Laforet, con su novela Nada, nos legó un resto de espejo
roto donde se manifiesta lo esencial de la vida de este país en un momento histórico donde el dolor, la sordidez y la derrota
protagonizaban el día a día.
Andrea, la protagonista, era la frescura. Era el paisaje más limpio en medio
del meollo de sangre, sudor y lágrimas que protagonizaba el paisaje de la España y de la Europa de entonces. Nada fue un oasis
en tiempos de secarrales y de deserciones intelectuales y artísticas, en tiempos de miedos y delaciones.
Años cuarenta. España vive una posguerra cercenada por la miseria y por la represión.
Europa está sumida en el horror. Es tiempo para el tremendismo literario. Es tiempo para el existencialismo más desgarrador.
El profesor Martínez Cachero, hablando de la novela en esta década, escribió: "En la década de los cuarenta, pese a los diversos
obstáculos opuestos, la novela española reinició su andadura con una fuerza cuantitativa desconocida anteriormente". A propósito
del tremendismo, Antonio de Zubiaurre decía en 1945 que se trataba de "un impresionante estilo hacia lo trascendente y grande,
hacia lo fuerte y violento", y señalaba también que era una consecuencia del "clima mundial presente".
Hay dos grandes novelas en la España de los años cuarenta, la que nos ocupa y
La familia de Pascual Duarte, de Cela. Esta última es mucho más cruda y no menos sórdida que la de Carmen Laforet. En aquellos
años, a pesar de las buenas relaciones que Cela tenía con el régimen, tuvo que defenderse contra muchas de las acusaciones
de las que fue objeto su novela. "Es curioso -escribió el autor de La familia de Pascual Duarte- lo espantadiza que es la
gente, que, después de asistir a la representación de una tragedia que duró tres años y costó ríos de sangre, encuentra tremendo
lo que se aparta un ápice de lo socialmente convenido" . Es significativo el comentario que la revista «Ecclesia» hizo en
1944 acerca de la primera novela de Cela: "No se debe leer, más que por inmoral, que lo es bastante, por repulsivamente realista.
Su nota es la brutal crudeza con la que se expresa todo, incluso lo deshonesto"